A sus apenas 16 años de edad Melina Paco supo que su destino no sería el mismo que el de sus compañeras de colegio. Una amiga mayor le reveló su más atesorado secreto: trabajaba para una empresa de detectives privados. De inmediato, sin saber cómo ni por qué motivo se vio inmiscuida en este arte de mirar sin ser visto, de observar sin ser observado. Y tenía talento. Ya en su primer trabajo, en el que por obvias razones hizo de colegiala, recibió las felicitaciones y un reconocimiento formal del jefe de la empresa.
Se quedó por dos años en el trabajo. Sin embargo, cierto malestar surgió cuando, durante un buen tiempo, la empresa no tenía resultados. Con la intuición y honestidad de las mujeres, comenzó a desconfiar de sus compañeros del otro género.
Y para salir de dudas utilizó las mañas que le habían enseñado: los espió. Así fue que descubrió que la compañía no obtenía resultados porque los “acriollados” detectives representantes de género fuerte vendían la información a los afectados. “Juego desleal”, resume Melina.
Dio un ultimátum entonces a su jefe, un ex policía de grandes gafas y algo paranoico: “O se van ellos o me voy yo”. Y él tomó su decisión, y ella sólo tomó sus cosas y se fue por el mismo lugar en donde una tarde, luego de clases, llegó.
Junto a ella también se fueron algunas compañeras del trabajo y juntas decidieron poner una compañía de detectives que estuviera integrada exclusivamente por mujeres. “Porque somos más leales. En la empresa anterior también había otras compañeras y eran leales. Nosotros los criticábamos a ellos”, cuenta a Peru.com para justificar su decisión.
Por 4 horas: $120 dolares.
En declaración en el programa de enemigos intimos - Frecuencia latina.
Fuente: log
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