ICub, el robot que ayuda a entender a los humanos
Los robots que pueden tomar sus propias decisiones han estado hasta ahora confinados a las películas de ciencia ficción, pero una figura de tamaño infantil con grandes ojos y una cara blanca está intentando convertir la ficción en realidad.
iCub es el nombre del robot que los científicos esperan que aprenda a adaptar su comportamiento a las circunstancias cambiantes. El proyecto, diseñado por un consorcio de universidades europeas, está financiado por la Unión Europea y esperan que el humanoide llegue a tener aplicaciones prácticas en un futuro.
Existen seis versiones del iCub en laboratorios distribuidos por toda Europa. Los científicos pretenden que su cerebro electrónico sea capaz de aprender, igual que si de un niño humano se tratara.
“Nuestro objetivo es comprender algo que realmente es muy humano: la habilidad de cooperar, de entender lo que otra persona quiere que hagamos”, dijo Peter Ford Dominey, director de la investigación.
Más que un simple juego
iCub mide un metro de alto y tiene el tronco, los brazos y las piernas articuladas. En su rostro infantil sus enormes ojos siguen el movimiento de los objetos.
“¿Jugamos a lo de siempre o a algo nuevo?”, preguntó iCub con su voz robótica a Dominey durante un experimento reciente.
El “juego” consistía en que una persona levantaba una caja y mostraba el juguete que había debajo. Entonces otra persona cogía el juguete, antes de ponerlo de nuevo en el suelo. Al final, la primera persona volvía a poner la caja en el suelo y tapaba de nuevo el juguete. Tras haber visto a los humanos hacerlo, iCub pudo unirse al juego.
“Está demostrando que puede cambiar los roles. Puede hacer el papel de la primera persona o de la segunda”, afirmó Dominey. “Estos robots serán una herramienta enorme para la filosofía analítica y de la mente”.
El objetivo más inmediato de iCub es ofrecer aplicaciones prácticas. A corto plazo, eso significaría su uso en hospitales para jugar con los pacientes de fisioterapia. A largo plazo, iCub podría lograr suficiente autonomía para ayudar en las casas, si logra ser capaz de hacer sus propias evaluaciones de necesidades. Aunque para eso aún falta.
iCub es el nombre del robot que los científicos esperan que aprenda a adaptar su comportamiento a las circunstancias cambiantes. El proyecto, diseñado por un consorcio de universidades europeas, está financiado por la Unión Europea y esperan que el humanoide llegue a tener aplicaciones prácticas en un futuro.
Existen seis versiones del iCub en laboratorios distribuidos por toda Europa. Los científicos pretenden que su cerebro electrónico sea capaz de aprender, igual que si de un niño humano se tratara.
“Nuestro objetivo es comprender algo que realmente es muy humano: la habilidad de cooperar, de entender lo que otra persona quiere que hagamos”, dijo Peter Ford Dominey, director de la investigación.
Más que un simple juego
iCub mide un metro de alto y tiene el tronco, los brazos y las piernas articuladas. En su rostro infantil sus enormes ojos siguen el movimiento de los objetos.
“¿Jugamos a lo de siempre o a algo nuevo?”, preguntó iCub con su voz robótica a Dominey durante un experimento reciente.
El “juego” consistía en que una persona levantaba una caja y mostraba el juguete que había debajo. Entonces otra persona cogía el juguete, antes de ponerlo de nuevo en el suelo. Al final, la primera persona volvía a poner la caja en el suelo y tapaba de nuevo el juguete. Tras haber visto a los humanos hacerlo, iCub pudo unirse al juego.
“Está demostrando que puede cambiar los roles. Puede hacer el papel de la primera persona o de la segunda”, afirmó Dominey. “Estos robots serán una herramienta enorme para la filosofía analítica y de la mente”.
El objetivo más inmediato de iCub es ofrecer aplicaciones prácticas. A corto plazo, eso significaría su uso en hospitales para jugar con los pacientes de fisioterapia. A largo plazo, iCub podría lograr suficiente autonomía para ayudar en las casas, si logra ser capaz de hacer sus propias evaluaciones de necesidades. Aunque para eso aún falta.
Fuente: El Mundo.
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